Me despierto, y Jorge me dice que he batido el récord: más de 12 horas seguidas durmiendo. Creo que lo necesitaba.
La ducha se atasca mientras nos estamos arreglando y llegamos a tener una piscina en el baño, pero eso no impide que a la hora del check out estemos listos, con las maletas hechas y los billetes para ir a Yangon impresos. Somos unos profesionales en dejar hostales ya, aunque éste nos cuesta un rato: nos ofrecen dejar las maletas hasta por la noche e incluso seguir usando las duchas o lo que necesitemos durante el día, cosa que se agradece, y acabamos una hora de más enganchados al wifi subiendo blogs, vídeos, etc. Con tanto que hacer no hemos desayunado aún y a todos nos aprieta el hambre, así que vamos a nuestros restaurantes de confianza, dónde conseguimos una mesa después de una pequeña espera. Desayunamos mucho, y muy barato. Samosas, puffs, pastelitos, café, tés... ¡Y algunos aún tienen espacio para un helado!
Llegamos a la parada del autobús y desechamos el mito de que la red de buses de Chennai es más eficaz incluso que la de Londres. Ayer, cada vez que llegábamos a una parada no tardaba ni un minuto en aparecer el autobús que necesitábamos, así que suponíamos que siempre era así, o parecido. Pero hoy hemos tenido que invocar al 41C con cánticos y bailes para que finalmente apareciera una hora después. Eso sí, ha resultado ser el autobús de la felicidad. Al entrar en él reinaba un buen rollo increíble, todo el mundo riéndose, haciendo bromas con el que vendía los tickets...etc. No podemos decir que haya merecido la hora de espera, pero casi.
La ducha se atasca mientras nos estamos arreglando y llegamos a tener una piscina en el baño, pero eso no impide que a la hora del check out estemos listos, con las maletas hechas y los billetes para ir a Yangon impresos. Somos unos profesionales en dejar hostales ya, aunque éste nos cuesta un rato: nos ofrecen dejar las maletas hasta por la noche e incluso seguir usando las duchas o lo que necesitemos durante el día, cosa que se agradece, y acabamos una hora de más enganchados al wifi subiendo blogs, vídeos, etc. Con tanto que hacer no hemos desayunado aún y a todos nos aprieta el hambre, así que vamos a nuestros restaurantes de confianza, dónde conseguimos una mesa después de una pequeña espera. Desayunamos mucho, y muy barato. Samosas, puffs, pastelitos, café, tés... ¡Y algunos aún tienen espacio para un helado!
Llegamos a la parada del autobús y desechamos el mito de que la red de buses de Chennai es más eficaz incluso que la de Londres. Ayer, cada vez que llegábamos a una parada no tardaba ni un minuto en aparecer el autobús que necesitábamos, así que suponíamos que siempre era así, o parecido. Pero hoy hemos tenido que invocar al 41C con cánticos y bailes para que finalmente apareciera una hora después. Eso sí, ha resultado ser el autobús de la felicidad. Al entrar en él reinaba un buen rollo increíble, todo el mundo riéndose, haciendo bromas con el que vendía los tickets...etc. No podemos decir que haya merecido la hora de espera, pero casi.
De camino al templo de Kapaleeshwarar un tuk tuk ha parado a nuestro lado y nos ha preguntado si queríamos ir a algún sitio, o si queríamos una foto en el tuk tuk. Después de la negativa a ambas creíamos que el tema estaba zanjado y se habría ido, pero desde entonces ha estado pegado a nosotros como una sombra. Son las 3, y el templo no abre hasta las 4, vamos a comprar unos aguas y de camino a la playa, para verla de día que ayer nos quedamos con ganas. Cada vez que nos giramos ahí está el tuktukero, integrado como uno más. De vez en cuando se monta en su vehículo, avanza unos 100 metros y se baja para ofrecernos un precio mejor. Nosotros sólo decimos que no tenemos dinero. (Y es verdad, es nuestro último día en India y no queremos volver a sacar, así que tenemos unas 500 rupias (6'50€) para comer todos, cenar, volver al hostal, e ir al aeropuerto.) Al final nos ofrece llevarnos gratis y después de declinar la oferta un par de veces terminamos aceptándola.
Ya montados en el tuk tuk, nos cuenta que si nos lleva a alguna tienda a él le dan comisión aunque no compremos nada, así que nos parece justo ir a alguna ya que nos está llevando gratis a la playa. La tienda nos recuerda mucho a la que nos llevó nuestro conductor Axhul en Agra. Tiene un Taj Mahal de porcelana y estamos a punto de pedir que nos hagan un espectáculo de luces para recordar viejos tiempos. Ya han pasado los 21 días en India, quien lo diría . Nos hacemos los interesado para que le den algo bueno a nuestro nuevo conductor, pero obviamente no compramos nada. Los precios son unas 20 veces el precio de los puestecillos a los que estamos acostumbrados, aunque como no, la calidad se nota. Cuando salimos, a nuestro conductor le han dado un vale para gasolina, y nos dice que si podemos ir a otra, que le dan camisetas, así que: ¡allá vamos! Nos cuenta que ha vivido en Francia así que vamos todos chapurreando lo que sabemos de francés y cantando Frere Jacques.
Al entrar en la segunda tienda todo es impresionante, el piso de abajo está llena de esculturas de todos los tamaños posibles de distintos dioses hindúes. Paseamos con miedo a tirar algo, mirando alrededor para ver todo lo posible. Es como un museo, pero más lleno, no hay espacio vacío más que un estrecho pasillo para ir de un lado a otro de la tienda. Nos explican por qué cada Dios está en esa postura, y que significa cada detalle, pero obviamente tenemos que salir con las manos vacías de ahí también. Aunque nos habría encantado tener espacio y dinero para llevarnos algo. Al salir, Ramun tenía un vale por una camiseta. Y como nos lo estábamos pasando bien conociendo cosas distintas le dijimos que si quería llevarnos a otra tienda, y claro, el dijo que sí, que nos llevaba a una en la que le daban pantalones. Por el camino, dejó conducir a Ángela el tuk tuk, ella iba muy concentrada mirando la velocidad para no pasarse, pero el velocímetro estaba roto. (Pronto veréis el vídeo).
La tercera tienda no fue tan impresionante, pero tenía cosas para todos los bolsillos. Estaba compuesta por varias salas con diferentes objetos en cada una: joyas, cajitas, estatuas, decoraciones... En esta tardamos menos y al salir pillamos al hombre dando el ticket a nuestro conductor. Ya son las 4 de la tarde y vamos camino de la playa tan bonita que vimos anoche. Ramun nos pregunta el recorrido que hemos hecho por India, y cuando le contamos que mañana nos vamos a Myanmar se mosquea un poco: "¿Como vais a Myanmar si no tenéis dinero?" Así que empezamos a improvisar diciendo que tenemos un blog que contamos nuestros viajes, lo que está bien y lo que está mal, y que nuestros seguidores nos pagan los aviones y el alojamiento y nosotros nos las tenemos que apañar para visitar esas ciudades sin dinero y luego contarlo. (Podíais convertirlo en realidad, ¿no? ) Llegamos a la playa, nos hacemos una fotos para decirle a todo el mundo que si vienen a Chennai cojan el tuk tuk de Ramun y nos despedimos.
Ya montados en el tuk tuk, nos cuenta que si nos lleva a alguna tienda a él le dan comisión aunque no compremos nada, así que nos parece justo ir a alguna ya que nos está llevando gratis a la playa. La tienda nos recuerda mucho a la que nos llevó nuestro conductor Axhul en Agra. Tiene un Taj Mahal de porcelana y estamos a punto de pedir que nos hagan un espectáculo de luces para recordar viejos tiempos. Ya han pasado los 21 días en India, quien lo diría . Nos hacemos los interesado para que le den algo bueno a nuestro nuevo conductor, pero obviamente no compramos nada. Los precios son unas 20 veces el precio de los puestecillos a los que estamos acostumbrados, aunque como no, la calidad se nota. Cuando salimos, a nuestro conductor le han dado un vale para gasolina, y nos dice que si podemos ir a otra, que le dan camisetas, así que: ¡allá vamos! Nos cuenta que ha vivido en Francia así que vamos todos chapurreando lo que sabemos de francés y cantando Frere Jacques.
Al entrar en la segunda tienda todo es impresionante, el piso de abajo está llena de esculturas de todos los tamaños posibles de distintos dioses hindúes. Paseamos con miedo a tirar algo, mirando alrededor para ver todo lo posible. Es como un museo, pero más lleno, no hay espacio vacío más que un estrecho pasillo para ir de un lado a otro de la tienda. Nos explican por qué cada Dios está en esa postura, y que significa cada detalle, pero obviamente tenemos que salir con las manos vacías de ahí también. Aunque nos habría encantado tener espacio y dinero para llevarnos algo. Al salir, Ramun tenía un vale por una camiseta. Y como nos lo estábamos pasando bien conociendo cosas distintas le dijimos que si quería llevarnos a otra tienda, y claro, el dijo que sí, que nos llevaba a una en la que le daban pantalones. Por el camino, dejó conducir a Ángela el tuk tuk, ella iba muy concentrada mirando la velocidad para no pasarse, pero el velocímetro estaba roto. (Pronto veréis el vídeo).
La tercera tienda no fue tan impresionante, pero tenía cosas para todos los bolsillos. Estaba compuesta por varias salas con diferentes objetos en cada una: joyas, cajitas, estatuas, decoraciones... En esta tardamos menos y al salir pillamos al hombre dando el ticket a nuestro conductor. Ya son las 4 de la tarde y vamos camino de la playa tan bonita que vimos anoche. Ramun nos pregunta el recorrido que hemos hecho por India, y cuando le contamos que mañana nos vamos a Myanmar se mosquea un poco: "¿Como vais a Myanmar si no tenéis dinero?" Así que empezamos a improvisar diciendo que tenemos un blog que contamos nuestros viajes, lo que está bien y lo que está mal, y que nuestros seguidores nos pagan los aviones y el alojamiento y nosotros nos las tenemos que apañar para visitar esas ciudades sin dinero y luego contarlo. (Podíais convertirlo en realidad, ¿no? ) Llegamos a la playa, nos hacemos una fotos para decirle a todo el mundo que si vienen a Chennai cojan el tuk tuk de Ramun y nos despedimos.
Nada más poner un pie en Marine Beach nos damos cuenta de que no es lo que esperábamos. Está llena de basura y no huele muy bien. Para colmo, hay un cartel prohibiendo bañarse, así que nos limitamos a dar un paseo por la orilla pensando qué más hacer hoy, cuando vemos unos hombres que tienen una especie de fogatilla en la arena tirar unas cenizas al mar, suponemos que es un funeral, pero tampoco estamos muy seguros. Según avanza el recorrida la arena cada vez está más abarrotada de barcas, y cuando nos cansamos de esquivar barcas y del olor decidimos volver a casa. El autobús, como debe de ser en Chennai, llega en cuanto averiguamos cuál tenemos que coger.
Siendo el último día en India pienso en lo que hemos cambiado y cómo hemos aprendido desde aquellos primeros transportes públicos que cogimos, por ejemplo:
Ya no preguntamos al que vende los tickets que cuánto es. Los trabajadores nos deben ver cómo carteras rebosantes de dinero con patas, por lo que la cifra que piden suele ser dos o tres veces el precio real. En cambio, preguntamos a un local que cuánto debería ser y damos el dinero justo.
Ya no nos levantamos cuando nos dicen que no nos podemos sentar donde estábamos. Creo que soy a la que más me ha pasado esto, me verán con cara de tonta, pero estaba sentada tan tranquila en un asiento y me decían que no podía estar allí, que me fuera a la zona de mujeres, a la de atrás, a la de delante... Etc. Ya ni siquiera escucho cuando me empiezan a decir que me mueva.
Ahora confiamos en la gente. La mayoría son super amables y les encanta hablar con extranjeros, sin ninguna doble intención. Al principio pensábamos que quizás intentarán sacar algo de nosotros, o vendernos algo, pero por regla general, los locales solo quieren ayudarte e intentar que tu estancia sea mejor, por el simple hecho de ser buenos anfitriones.
Siendo el último día en India pienso en lo que hemos cambiado y cómo hemos aprendido desde aquellos primeros transportes públicos que cogimos, por ejemplo:
Ya no preguntamos al que vende los tickets que cuánto es. Los trabajadores nos deben ver cómo carteras rebosantes de dinero con patas, por lo que la cifra que piden suele ser dos o tres veces el precio real. En cambio, preguntamos a un local que cuánto debería ser y damos el dinero justo.
Ya no nos levantamos cuando nos dicen que no nos podemos sentar donde estábamos. Creo que soy a la que más me ha pasado esto, me verán con cara de tonta, pero estaba sentada tan tranquila en un asiento y me decían que no podía estar allí, que me fuera a la zona de mujeres, a la de atrás, a la de delante... Etc. Ya ni siquiera escucho cuando me empiezan a decir que me mueva.
Ahora confiamos en la gente. La mayoría son super amables y les encanta hablar con extranjeros, sin ninguna doble intención. Al principio pensábamos que quizás intentarán sacar algo de nosotros, o vendernos algo, pero por regla general, los locales solo quieren ayudarte e intentar que tu estancia sea mejor, por el simple hecho de ser buenos anfitriones.
El autobús nos deja un poco más lejos de lo esperado, y andamos hasta nuestro restaurante preferido de Chennai (el único al que hemos ido, pero es que si algo nos gusta... ¿Para qué cambiar?), pasando por un baño público (sin cucarachas está vez).
Después de comer hacemos tiempo en el hostal hasta la hora de irnos al aeropuerto. Recorremos el kilómetro y pico que nos separa de la estación con las mochilas a la espalda y nos montamos en el tren que nos lleva al aeropuerto. Según llegamos allí, las chicas ven un perrillo moribundo y le dan unas galletas, convencidas de que está en las últimas. Sorprendentemente, un poco después el perro se pone en pie, lo que hace a Ángela y Alba muy felices.
Una vez dentro, al cerciorarnos de que no podemos facturar las mochilas aún buscamos un lugar donde hacer campamento. Encontramos la esquina perfecta y nos hacemos con ella, sacos al suelo, y ya estamos listos para combatir el frío mortal de los aeropuertos.
Después de comer hacemos tiempo en el hostal hasta la hora de irnos al aeropuerto. Recorremos el kilómetro y pico que nos separa de la estación con las mochilas a la espalda y nos montamos en el tren que nos lleva al aeropuerto. Según llegamos allí, las chicas ven un perrillo moribundo y le dan unas galletas, convencidas de que está en las últimas. Sorprendentemente, un poco después el perro se pone en pie, lo que hace a Ángela y Alba muy felices.
Una vez dentro, al cerciorarnos de que no podemos facturar las mochilas aún buscamos un lugar donde hacer campamento. Encontramos la esquina perfecta y nos hacemos con ella, sacos al suelo, y ya estamos listos para combatir el frío mortal de los aeropuertos.
¡Buenas noches!
¡Qué buena idea la de que vuestros lectores os financien los vuelos!. ¡Ya me gustaría poder hacerlo!
ResponderEliminarBueno, y ya se acabó la India. ¡Cuantas aventuras hemos leido! y nos habréis contado muy poquito. Lo curioso es que a estas alturas el vuelo suele ser de vuelta, contento de lo que se ha vivido. ¡Y a vosotros lo que os queda!
Por cierto a ver si aprendéis recetas de lo que más os guste, que da mucha envidia oir esas comidas tan exóticas.
¡Ah!, habéis hablado muy bien de un restaurante de Chennai (¿o era en Goa?), pero no habéis dicho cual, por si paso por allí ;-)
Jajajja, cuando contabamos la historia al taxista todos teniamos envidia de nuestro "yo inventado".
EliminarYa... la verdad es que tenemos mucha suerte de seguir nuestro viaje despues de ya casi un mes!
El restaurante de Chennai se llamaba Royal Birmanye, Family Restaurant, creo. Es el que mas cerca nos pillaba del hotel, y era muy barato comparado con el resto de India.
Un besito y perdona la falta de tildes, que estoy en un teclado birmano y la tecla de acentos no existe!
Muchas gracias por la información Paula. En vuestras condiciones ¡se os perdona todo!, bastante hacéis.
EliminarLo de aprender recetas ya sé que es complicado, pero si os quedáis con los nombres seguro que por internet se averigua cómo hacerlo. Sobre todo los birmanos, que no creo que haya muchos en Madrid.
Paula deberías de escribir tu más a menudo. Da gusto leerte! Besiii
ResponderEliminarMuy buenos los relatos de la India y muy buenas experiencias con la gente de allí.
ResponderEliminarLa canción de Frère Jacques me trae muchos recuerdos porque fue cantando esta canción, en el coro en que estuve solo estuve dos días, al segundo día dejé de hacer playback con ella, se dieron cuenta que desafinaba y me echaron...
Nosotros tambien desafinamos bastante, pero por suerte no nos echaron del tuk tuk!
EliminarQué bien leer que la gente allí es tan amable, tan dispuesta a ayudar y enseñar cosas de allí, sin ninguna doble intención: no estamos acostumbrados.😏
ResponderEliminarContinuad con vuestros relatos, están genial...y como dice Fernando, ya me gustaría que fuera verdad lo de la financiación del viaje por los lectores del blog.😁😁
Llevo algo de retraso en leeros... a ver si me pongo al día! He llorado de risa leyendo la historia de vuestras vistas a las tiendas con el señor del tuk tuk, me parece buenísimo y sorprendente que estéis los cinco de acuerdo en hacerlo!
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