¿Cómo digo esto sin hacer que nos deprimamos? ¡Nos quedan dos semanas de viaje! Y aunque en España tengamos mil razones por las que volver, tengo que reconocer que yo al menos me podría acostumbrar a esta vida. Después de esto y sin más dilaciones, ¡empezamos el día!
Despertamos en Yogyakarta. Aunque hemos estado poquito por esta ciudad me ha gustado bastante con sus mercados y sus gentes majas. Desayunamos en el hostal tortilla, tostadas o pancakes, y esperamos a que nos venga a recoger el autobús que nos llevará a un pueblito cerca del volcán Bromo, para mañana subir hasta arriba andando.
Habíamos quedado a las 8:20 con el señor que nos vendió los billetes ayer, y aunque no tenemos muy claro cuantos autobuses vamos a coger o cómo será el trayecto, lo que sabemos es que son las 8:40 y seguimos esperando. ¿Se habrá olvidado de nosotros?
Al fin aparece un ratito después, y nos acompaña a una furgoneta, en la que hay dos italianos. Al entrar, agradecemos que el aire acondicionado no esté puesto a tope, y que los asientos se reclinen hasta los casi 180 grados, y sin saber muy bien cuánto tiempo vamos a estar metidos aquí, intentamos aprovechar al máximo esta comodidad.
Cuatro horas de viaje y varios amagos de parar después, aborrecemos los asientos pegajosos y el horrible calor que hace en este vehículo. Le pedimos al conductor que pare, que necesitamos ir al baño y comer algo. Él, que no sabe nada de inglés, asiente con la cabeza y sigue su camino.
Cuando paramos, es el típico sitio para turistas que no nos gusta nada porque los precios suelen estar por las nubes y la comida no ed tan buena, o al menos eso pensamos al bajar de nuestra furgoneta y ver bastantes autobuses aparcados. En realidad, los precios no son tan desorbitados, ni parece muy turístico el restaurante, ya que ningún camarero entiende ni papa de inglés. Al final, algunos optan por dibujar en una servilleta lo que quieren y pese a que nadie daba un duro por que se hubieran enterado ¡sorpresa! ¡Lo han entendido! Compramos algunos snacks y refrigerios para combatir el calor del resto del viaje, y preguntamos al conductor que cuánto camino queda y a qué hora estaremos en nuestro destino. El pobre, nos enseña 7 dedos de su mano, lo que no nos queda nada claro es si quedan 7 horas para llegar, o llegamos a las siete... Y él no sabe decirnos.
Despertamos en Yogyakarta. Aunque hemos estado poquito por esta ciudad me ha gustado bastante con sus mercados y sus gentes majas. Desayunamos en el hostal tortilla, tostadas o pancakes, y esperamos a que nos venga a recoger el autobús que nos llevará a un pueblito cerca del volcán Bromo, para mañana subir hasta arriba andando.
Habíamos quedado a las 8:20 con el señor que nos vendió los billetes ayer, y aunque no tenemos muy claro cuantos autobuses vamos a coger o cómo será el trayecto, lo que sabemos es que son las 8:40 y seguimos esperando. ¿Se habrá olvidado de nosotros?
Al fin aparece un ratito después, y nos acompaña a una furgoneta, en la que hay dos italianos. Al entrar, agradecemos que el aire acondicionado no esté puesto a tope, y que los asientos se reclinen hasta los casi 180 grados, y sin saber muy bien cuánto tiempo vamos a estar metidos aquí, intentamos aprovechar al máximo esta comodidad.
Cuatro horas de viaje y varios amagos de parar después, aborrecemos los asientos pegajosos y el horrible calor que hace en este vehículo. Le pedimos al conductor que pare, que necesitamos ir al baño y comer algo. Él, que no sabe nada de inglés, asiente con la cabeza y sigue su camino.
Cuando paramos, es el típico sitio para turistas que no nos gusta nada porque los precios suelen estar por las nubes y la comida no ed tan buena, o al menos eso pensamos al bajar de nuestra furgoneta y ver bastantes autobuses aparcados. En realidad, los precios no son tan desorbitados, ni parece muy turístico el restaurante, ya que ningún camarero entiende ni papa de inglés. Al final, algunos optan por dibujar en una servilleta lo que quieren y pese a que nadie daba un duro por que se hubieran enterado ¡sorpresa! ¡Lo han entendido! Compramos algunos snacks y refrigerios para combatir el calor del resto del viaje, y preguntamos al conductor que cuánto camino queda y a qué hora estaremos en nuestro destino. El pobre, nos enseña 7 dedos de su mano, lo que no nos queda nada claro es si quedan 7 horas para llegar, o llegamos a las siete... Y él no sabe decirnos.
De vuelta a la furgoneta, nos entretenemos como podemos, escuchando música, programas de radio, durmiendo...etc. No hace falta que mencione que sigue haciendo demasiado calor y los asientos siguen estando pegajosos, ¿verdad? Pues eso. Aunque en un momento se pone a llover, y para mi es un regalo sacar el brazo por la ventana y mojármelo con ese agua tan fresca y sucia.
Después de 14 horas en esa furgonetilla, atropellamos algo. Pensamos que es una señora, y no nos sorprende mucho ya que este hombre conduce como loco (¿no he contado que solía adelantar a los camiones de cinco en cinco por una carretera de dos carriles viniendo algún coche y muchas motos de frente, no? Pues eso.) Miramos mejor, y no ha atropellado a la señora, solo a su enorme bolsa, y ella está en el suelo intentando arreglarla. El autobús avanza un metro y medio más, y para en una agencia de viajes. Estamos en Probolingo, y tenemos que bajarnos aquí para poder coger otro autobús que nos lleve al pueblo donde tenemos el alojamiento.
Un señor nos pide los billetes de autobús y empieza a vendernos excursiones, y a querernos cobrar por tickets para poder ir al volcán, pero Jorge se ha informado bien, y dice que hay alguna posibilidad de no pagar si madrugamos mucho y nos ponemos en marcha antes que el resto de turistas. Ya nos habéis hecho énfasis en varios comentarios que pensáis que somos un poquito ratas, así que fieles a nuestra fama, decimos que ya lo pagaremos en la puerta cuando vayamos a entrar al volcán, y dejamos el problema para los nosotros del futuro a ver si con suerte, sale gratis.
Jack no se encuentra muy bien, así que le preguntamos al conductor de nuestro nueva furgoneta (en la que ahora vamos con otras 6 personas) que si podemos parar en algún sitio en el camino para que coma algo y recupere fuerzas. Nosotros queríamos comprar provisiones para nuestro trekking pero no encontramos nada apetecible, mientras, Jack se toma una sopa ardiendo en menos de un minuto y volvemos a la furgoneta.
Tras un largo trayecto cuesta arriba, nos paran en una garita y dicen que hay 6 personas que tienen que pagar la entrada a la zona. Ups, parece que el futuro es ahora. Hacemos muchas preguntas, debatimos, intentamos racanear, pero nada, si no lo pagamos no nos dejan entrar. Sólo nos están pidiendo 10.000 rupias, que me da hasta vergüenza poner cuantos euros son, y llevamos un rato largo aquí parados. (¡Nuestros compañeros de furgoneta nos van a odiar con tanta parada!) Al final terminamos cediendo, y se los damos de mala gana mientras nos avisan de que mañana para ver el volcán vamos a tener que pagar 215.000 por persona.
Se suponía que el trayecto duraría entre hora y hora y media, pero al final se ha hecho algo más de dos horas. (No solo por nuestra culpa, lo prometo, también había un atasco terrible.) A las 00:04, nos paran en lo que dicen que es nuestro hotel. Yo lo describiría más bien como una casa con varias habitaciones, ya que ni tiene recepción, ni ningún cartel con el nombre del hotel, ni nada. Pero no tenemos tiempo para pensarlo mucho, por que tenemos que cenar y por aquí todo está cerrado. Preguntamos a gente de la zona y nos señalan cómo llegar a un restaurante abierto a estas horas. Tomamos lo de siempre: noodles, arroz y sopas. ¡Que raro se nos va a hacer volver a España y dejar esta comida! (Raro, pero necesario, estamos todos deseándolo).
Después de la cena tenemos que acostarnos pronto, que las alarmas suenan a las 2:00 am para iniciar nuestro trekking nocturno y poder ver amanecer desde el volcán.
Un señor nos pide los billetes de autobús y empieza a vendernos excursiones, y a querernos cobrar por tickets para poder ir al volcán, pero Jorge se ha informado bien, y dice que hay alguna posibilidad de no pagar si madrugamos mucho y nos ponemos en marcha antes que el resto de turistas. Ya nos habéis hecho énfasis en varios comentarios que pensáis que somos un poquito ratas, así que fieles a nuestra fama, decimos que ya lo pagaremos en la puerta cuando vayamos a entrar al volcán, y dejamos el problema para los nosotros del futuro a ver si con suerte, sale gratis.
Jack no se encuentra muy bien, así que le preguntamos al conductor de nuestro nueva furgoneta (en la que ahora vamos con otras 6 personas) que si podemos parar en algún sitio en el camino para que coma algo y recupere fuerzas. Nosotros queríamos comprar provisiones para nuestro trekking pero no encontramos nada apetecible, mientras, Jack se toma una sopa ardiendo en menos de un minuto y volvemos a la furgoneta.
Tras un largo trayecto cuesta arriba, nos paran en una garita y dicen que hay 6 personas que tienen que pagar la entrada a la zona. Ups, parece que el futuro es ahora. Hacemos muchas preguntas, debatimos, intentamos racanear, pero nada, si no lo pagamos no nos dejan entrar. Sólo nos están pidiendo 10.000 rupias, que me da hasta vergüenza poner cuantos euros son, y llevamos un rato largo aquí parados. (¡Nuestros compañeros de furgoneta nos van a odiar con tanta parada!) Al final terminamos cediendo, y se los damos de mala gana mientras nos avisan de que mañana para ver el volcán vamos a tener que pagar 215.000 por persona.
Se suponía que el trayecto duraría entre hora y hora y media, pero al final se ha hecho algo más de dos horas. (No solo por nuestra culpa, lo prometo, también había un atasco terrible.) A las 00:04, nos paran en lo que dicen que es nuestro hotel. Yo lo describiría más bien como una casa con varias habitaciones, ya que ni tiene recepción, ni ningún cartel con el nombre del hotel, ni nada. Pero no tenemos tiempo para pensarlo mucho, por que tenemos que cenar y por aquí todo está cerrado. Preguntamos a gente de la zona y nos señalan cómo llegar a un restaurante abierto a estas horas. Tomamos lo de siempre: noodles, arroz y sopas. ¡Que raro se nos va a hacer volver a España y dejar esta comida! (Raro, pero necesario, estamos todos deseándolo).
Después de la cena tenemos que acostarnos pronto, que las alarmas suenan a las 2:00 am para iniciar nuestro trekking nocturno y poder ver amanecer desde el volcán.
¡Buenas noches!
Paula
¡Menudo Viajecito! acabaréis agotados de ir tanto tiempo en esas furgonetillas.
ResponderEliminarMiedo me da de esos conductores que adelantan a lo loco, y van atropellando personas (o casi).
Bueno chicos no os deprimáis que 10 días dan para mucho.